Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2022

Los girasoles ciegos, Alberto Méndez

Imagen
◆ PRIMERA DERROTA: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir ▪ Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo. ▪ «Todos somos hijos de Dios, hasta éstos», dijo. Comenzó así una sucesión de atenciones al herido que se prolongó durante tres días y logró mantener vivo a aquel muerto. Todo se conjuraba para que le resultara imposible abdicar de la vida como se abdica de un sueño al despertar. ▪ Esto no significaba que los inmóviles, los silenciosos, no fueran sus contrarios, porque ignoraba qué bando debe tomar un soldado que gana una guerra y la pierde al mismo tiempo. ...  ◆ SEGUNDA DERROTA: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido ▪ PÁGINA 8 Ayer enterré a Elena bajo un haya. Es más frágil que el roble y más desvencijada. El ruido de la tierra cayendo sobre su cuerpo rígido y el olor de su cuerpo en descomposición provocaron en mí un llanto tan sofocante que por un momento tuve la sensación

La librería, Isabel Coixet

Imagen

Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro

Imagen
9 Podemos memorizar muchas cosas, imágenes, melodías, nociones, argumentaciones o poemas, pero hay dos cosas que no podemos memorizar: el dolor y el placer. Podemos a lo más tener el recuerdo de esas sensaciones, pero no las sensaciones del recuerdo. Si nos fuera posible revivir el placer que nos procuró una mujer o el dolor que nos causó una enfermedad, nuestra vida se volvería imposible. En el primer caso se convertiría en una repetición, en el segundo en una tortura. Como somos imperfectos, nuestra memoria es imperfecta y sólo nos restituye aquello que no puede destruirnos. 22 Hay amores horribles que ultrajan en realidad el abolengo de este sentimiento y lo despojan de toda su aureola romántica. Por ejemplo el que existe entre uno de los jefes de la Agencia y una de las secretarias. El jefe es viscoso, moluscoide, fofo, cincuentón y mediocre. La secretaria una gorda desteñida, mastodóntica, con los dientes fuera de las encías y una nariz tan larga que es una

Los brotes negros, Eloy Fernández Porta

Imagen
▪ La ira se manifiesta de manera inopinada. Imagino a una de las personas a quienes culpo de mis fracasos. En medio de una conversación cordial le hago una pregunta que requiere reflexión, le dejo que lo piense y, cuando arranca a hablar, concentrado, ensoberbecido en la segunda o tercera frase, le doy un puñetazo en la boca. Le rompo el labio superior, o un diente. El impulso lo lanza hacia atrás. Trastabillando, intenta recuperar el equilibrio, pero le doy una patada en el tobillo y lo hago caer. Una vez está en el suelo, ya es mío. Le doy una patada en la cabeza. Un talonazo en el cuello. Me pongo a horcajadas encima de él, le agarro del pelo con las dos manos y le golpeo la cabeza contra el suelo. Una vez. Otra. Noto las manos tan crispadas que le arranco un mechón de pelo. Le reviento el cráneo. La rodilla derecha apretada sobre su cuello, le vuelvo a agarrar del pelo y con todas mis fuerzas hago girar su cabeza hacia la izquierda. Como no oigo el crujido d

Vengo de ese miedo, Miguel Ángel Oeste

Imagen
▪ En este ambiente se crio mi madre. La ausencia de la figura paterna le influyó a la hora de forjar su personalidad y comportamiento. Una personalidad que requería sentirse admirada, necesitada de llamar la atención masculina. Sabía que era guapa y atractiva y que provocaba los delirios viril es de los hombres. Tengo pocas dudas sobre esto. Jugaba con fuego, sin embargo no creo que fuera consciente. Mi madre ardió. Y es duro que yo diga esto: a mi madre le gustaba arder, lo necesitaba, se había acostumbrado a ello y se sentía mal si no lo hacía. ▪ Mi abuela me contaba que su hija era muy presumida, coqueta, siempre arreglándose, con un afán de gustar a los hombres que la llevó a la perdición, poseída por una inquietud que le impedía avistar el peligro. ▪ ¿Necesito escribir para dejar constancia de lo incómodo y agotador que fue siempre nuestro vínculo? Porque lo que no asumo, lo que me cuesta asumir, lo que me duele y aplasta es que, pese a que lo rechace, siem