Los girasoles ciegos, Alberto Méndez



◆ PRIMERA DERROTA: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir

▪ Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo.

▪ «Todos somos hijos de Dios, hasta éstos», dijo. Comenzó así una sucesión de atenciones al herido que se prolongó durante tres días y logró mantener vivo a aquel muerto. Todo se conjuraba para que le resultara imposible abdicar de la vida como se abdica de un sueño al despertar.

▪ Esto no significaba que los inmóviles, los silenciosos, no fueran sus contrarios, porque ignoraba qué bando debe tomar un soldado que gana una guerra y la pierde al mismo tiempo.
... 
◆ SEGUNDA DERROTA: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido

▪ PÁGINA 8
Ayer enterré a Elena bajo un haya. Es más frágil que el roble y más desvencijada. El ruido de la tierra cayendo sobre su cuerpo rígido y el olor de su cuerpo en descomposición provocaron en mí un llanto tan sofocante que por un momento tuve la sensación de que también yo iba a morir. Pero morir no es contagioso. La derrota sí. Y me siento transmisor de esa epidemia. Allá adonde yo vaya olerá a derrota. Y de derrota ha muerto Elena y de derrota morirá mi hijo al que todavía no he podido poner nombre. Yo he perdido una guerra y Elena, a la que nadie jamás hubiera pensado en considerar un enemigo, ha muerto derrotada. Mi hijo, nuestro hijo, que ni siquiera sabe que fue concebido en el fulgor del miedo, morirá enfermo de derrota.

▪ Hoy le he besado. Por primera vez le he besado. Se me habían olvidado mis labios de no usarlos.

▪ Huele a podrido. Sin embargo yo sólo recuerdo el olor del hinojo.

▪ Tengo la sensación de que todo terminará cuando se me termine el cuaderno. Por eso escribo sólo de tarde en tarde. Mi lápiz también debió de perder la guerra y probablemente la última palabra que escribirá será «melancolía».
... 
◆ TERCERA DERROTA: 1941 o El idioma de los muertos

▪ El silencio es un espacio, una oquedad donde nos refugiamos pero en el que no estamos nunca a salvo. El silencio no se termina, se rompe; su cualidad fundamental es la fragilidad y el epitelio sutil que lo circunda es transparente: deja pasar todas las miradas. 

Entradas populares de este blog

La salvación de lo bello, Byung-Chul Han 

Mendel el de los libros, Stefan Zweig