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Mostrando entradas de abril, 2021

Capricho de la reina, Jean Echenoz

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Pero los grandes robles de Suffolk no sirven tan sólo para construir navíos, con ellos se fabrican asimismo barriles y barricas; toneles que además se embarcan a bordo y pueden prestar señalados servicios. Por ejemplo, en Trafalgar, tras apuntar el marinero francés Guillemard a Nelson mientras recorría la cubierta del Victory, tras penetrar la bala en el cuerpo del almirante por el hombro izquierdo, fracturándole el acromion y sus segunda y tercera costillas, atravesándole el pulmón, seccionándole una rama de la arteria pulmonar para luego romperle la columna vertebral, los oficiales se preguntarán qué hacer con su cuerpo. Después recordarán que deseaba que lo enterraran en su casa, y no que lo arrojaran al mar como suele hacerse con los marinos muertos. Para conservar a Nelson hasta el regreso a Inglaterra, lo sumergirán en una barrica de aguardiente, sellada y amarrada al palo mayor del navío, bajo estrecha vigilancia armada.

Para ángeles y gorriones, Jorge Teillier

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EL LENGUAJE DEL CIELO ... El reloj murmura que es preciso dormir, olvidar la luz de este día que no era sino la noche sonámbula, las manos de los pobres a quienes no dimos nada. ... UN JINETE NOCTURNO EN EL PAISAJE Un campesino mira hacia arriba: Más allá de las nubes viene el granizo, bandolero blanco, asaltante de huertos. ...  BUEN TIEMPO Las ovejas pastan lentamente, un niño descalzo vuelve de la escuela royendo un pedazo de pan. El viento apenas se levanta, como para recordar algo.

Los trenes de la noche y otros poemas, Jorge Teillier

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3 Recuerdo la Estación Central en el atardecer de un día de diciembre. Me veo apenas con dinero para tomar una cerveza, despeinado, sediento, inmóvil, mientras parte el tren en donde viaja una muchacha que se ha ido diciendo que nunca me querrá, que se acostaría con cualquiera, menos conmigo, que ni siquiera me escribirá una carta. Es en la Estación Central un sofocante atardecer de un día de diciembre. ... 4 En la estación de Renaico un caballo blanco enganchado a un coche espera sin impacientarse. Espera bajo toda la lluvia destilada por el mantel sucio del cielo, rodeado de toda la soledad de un mundo redondo e infinito.

El lugar, Annie Ernaux

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La historia comienza unos meses antes del siglo XX, en un pueblo de la región de Caux, a veinticinco kilómetros del mar. Los que no poseían tierras se alquilaban a los grandes granjeros de la región. Así pues, mi abuelo trabajaba en una granja como carretero. En verano también segaba el heno y se ocupaba de la recolección. No hizo otra cosa en su vida desde que tenía ocho años. El sábado por la noche entregaba a su mujer toda la paga y ella le daba la semanada para ir a jugar al dominó, a tomarse unos vinos. Volvía borracho, aún más sombrío. Por cualquier cosa repartía gorrazos a los críos. Era un hombre duro, nadie se atrevía a buscarle las cosquillas. Su mujer no era precisamente feliz. Esa maldad era su energía vital, su fuerza para soportar la miseria y sentirse un hombre. Lo que más le irritaba era, sobre todo, ver en su casa a alguien de su familia ensimismado en un libro o en un periódico. Él no había tenido tiempo de aprender a leer y a escribir. Contar sí sabía.  .

El miedo de los niños, Antonio Muñoz Molina

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Eran primos segundos, pero la gente decía que se llevaban mejor que muchos hermanos. Cuando fueran mayores y a Bernardo lo hubieran operado por fin para quitarle los hierros trabajarían juntos como guardabosques o naufragarían en una isla desierta en la que poco a poco, a fuerza de trabajo e ingenio, se irían rodeando de todas las comodidades de la civilización.

Barba Azul, Amélie Nothomb

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—¿A qué se dedica? —preguntó ella. —A nada. —Aparte de las fotografías, claro. Se produjo un segundo de vacilación. —Claro. Aunque no hago fotos muy a menudo. Espero a estar inspirado, lo cual no me ocurre con frecuencia. —¿Y entonces a qué dedica su tiempo? Esperaba que su indiscreción le resultara chocante. Pero no fue así. —Soy español. —Mi pregunta no iba por ahí. —Ésa es mi actividad. —¿Y en qué consiste? —Ninguna dignidad le llega a la suela del zapato a la dignidad española. Soy digno a tiempo completo . ... Saturnine se preguntó si era posible ocultar un secreto atroz sin ser culpable.

La nariz, Nikolái Gógol

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El comisario era gran amante de todas las artes y los productos manufacturados, aunque por encima de todo prefería los billetes  banco. «Esto sí que es bueno —solía decir—. No hay nada mejor. No piden de comer, ocupan tan poco sitio que siempre caben en el bolsillo y si se caen, no se rompen».