El lugar, Annie Ernaux


La historia comienza unos meses antes del siglo XX, en un pueblo de la región de Caux, a veinticinco kilómetros del mar. Los que no poseían tierras se alquilaban a los grandes granjeros de la región. Así pues, mi abuelo trabajaba en una granja como carretero. En verano también segaba el heno y se ocupaba de la recolección. No hizo otra cosa en su vida desde que tenía ocho años. El sábado por la noche entregaba a su mujer toda la paga y ella le daba la semanada para ir a jugar al dominó, a tomarse unos vinos. Volvía borracho, aún más sombrío. Por cualquier cosa repartía gorrazos a los críos. Era un hombre duro, nadie se atrevía a buscarle las cosquillas. Su mujer no era precisamente feliz. Esa maldad era su energía vital, su fuerza para soportar la miseria y sentirse un hombre. Lo que más le irritaba era, sobre todo, ver en su casa a alguien de su familia ensimismado en un libro o en un periódico. Él no había tenido tiempo de aprender a leer y a escribir. Contar sí sabía. 
... 
Escribo, quizá porque no teníamos ya nada que decirnos.


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