El psicópata integrado, Vicente Garrido



Esto mismo puedes verlo en el comportamiento de psicópatas integrados que, ante los ojos de todo el mundo, parecen tipos estupendos, solo que no habrá latigazos o rapado de cabeza, pero sí un ataque insidioso y cruel a la autoestima de su presa, a su modo de pensar, a sus valores e ideales, a sus derechos... con el mismo resultado de degradación personal y quizás colapso mental.

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6. Aun cuando son identificados, con frecuencia han desarrollado una cohorte de admiradores y protectores, o han llegado a ostentar tal grado de poder que resulta muy difícil neutralizarlos.

9. La violencia psíquica o física, desde el acoso y la humillación hasta la destrucción total, es una alternativa preferente en su manual de «resolución de problemas». Una de las razones de esa preferencia es el disfrute que obtienen al obrar de este modo, más allá de que su naturaleza es la óptima para el uso de la violencia y la coacción.

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   Si decides que no te agrada para nada el modelo de vida que representa el psicópata y te ha tocado enfrentarte a él, tengo dos buenas noticias, a las que podríamos denominar los dos principios de la lucha contra el psicópata: 

   Primer principio: Toda persona está capacitada para detectar y neutralizar a un psicópata. Lo que se requiere es que dispongas del conocimiento y actitudes adecuados, tengas presentes tus valores y hagas un uso inteligente de tus emociones (en especial del coraje) y de tus relaciones personales para hacerle frente. 

   Segundo principio: El psicópata no tiene superpoderes, ni es el «genio del mal» que habitualmente —por propósitos de interés dramático— se representa en los productos culturales. En general, el psicópata, cuando tiene éxito, es más por debilidades o errores nuestros que por sus aciertos. Es un superviviente como una variedad psicológica de nuestra especie que, desconectado del mundo de los afectos y de la responsabilidad moral, aprende a perseverar en sus trucos y engaños y, en su dedicación plena a esta tarea, es capaz de disponer siempre de una población de víctimas vulnerables.

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No obstante, sí podemos decir que, en términos generales, la psicopatía se manifiesta en la mujer de un modo diferente a como lo hace en el hombre, aunque la investigación en ellas todavía es escasa. Hasta ahora lo que sabemos es que la mujer psicópata, comparada con el hombre, es menos narcisista y físicamente violenta, así como menos amante de tomar riesgos imprudentes. Parece que prefiere usar una agresión más emocional, expandiendo calumnias o bulos que desacrediten a su víctima y la aíslen de su red de apoyo. Por otra parte, hace un empleo más extenso de la «máscara social» y de la seducción que el hombre para lograr sus propósitos, ya que no suele precisar tanto como el varón proyectar una imagen externa de dominio y poder. También se la ha descrito en ocasiones como más capaz de tener una mayor ansiedad y empatía que aquel. Dicho esto, es seguro que hay muchos ejemplos donde la mujer se acerca mucho al psicópata varón, pero nos faltan estudios para extraer conclusiones más exactas.

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Mientras que el psicópata ve siempre al otro como un enemigo a batir o un posible acólito de sus planes, el altruista se siente conectado con los que le rodean. El primero no tiene más principios morales que los que se derivan de su profundo egocentrismo, y no hay modo de que entienda que su destino está vinculado a que cada uno haga su parte en el contrato implícito de convivencia que conforma la sociedad, como lo estamos todos.

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Sus reacciones visibles son actuaciones para los demás , no expresiones genuinas de ira. En cambio, dos psiquiatras forenses que estudiaron a los psicópatas en los años setenta, Yochelson y Samenow, opinaron que el psicópata sufre una cólera extrema y persistente que dirige a los demás. Cuando se encoleriza —escriben—, el psicópata «intenta reafirmar el valor de su entero ser», generalmente mediante actos hostiles y violentos, que pueden incluir la agresión física severa en los psicópatas impulsivos y sociópatas, o formas más refinadas como la humillación y el abuso psíquico en los psicópatas integrados controlados.

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En todo caso, los individuos tendentes a la ira tienen generalmente un error perceptivo que interpreta las situaciones neutrales como amenazantes; también presentan problemas en la regulación de las emociones, dificultades para la toma de decisiones y el razonamiento moral, y una mayor probabilidad de usar la violencia —física o psíquica—como estrategia de resolución de conflictos. Con respecto a los psicópatas, la investigación más actual los ha caracterizado —particularmente a los integrados—como sobrecontrolados en su manejo de la ira: públicamente aparecen como sociales, libres de preocupaciones; y aunque niegan el sentimiento de ira, mi convicción es que la pueden sentir, y en un grado sumo (su negativa a reconocerla se explicaría porque sería reconocer que alguien es capaz de alterarles).

   De hecho, la ira está asociada con la venganza. Esta podríamos describirla como una ira controlada, que se canaliza mediante un plan para ejecutar un futuro acto de desquite . Los psicópatas controlados pueden mostrar una ira contenida al tiempo que están pensando en tomar cumplida venganza, haciendo bueno el viejo refrán de que «la venganza es un plato que se sirve frío». Un psicópata integrado controlado, debido a su mejor regulación de las emociones (a diferencia del impulsivo, mucho más tendente a la descompensación en sus estados de ánimo), es idóneo para desarrollar un acto predatorio.

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El psicópata que actúe vengativamente puede tener dos audiencias. Una es, lógicamente, la del sujeto objeto del desquite. Si su faceta 2 afectiva (sin empatía y sin conciencia, con crueldad) está muy pronunciada, la venganza puede tener componentes sádicos; así, se asegurará de que pague dolorosamente por la ofensa que —según él—recibió. Se deleitará en su desgracia o caída, y puede hostigarle hasta que decida suicidarse. La otra audiencia es el público que le rodea: si dispone de un estatus elevado y tiene a su cargo un cierto poder, el placer que siente se multiplica al tiempo que supone un aviso para otros potenciales ofensores. El caso del empresario Ray Dalio, que vimos en el capítulo anterior, sería un ejemplo de venganza calculada y sádica que sirve como advertencia a otros. En el caso siguiente, la audiencia era una sola persona: su víctima.

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La primera es que pretender tener una conversación honesta y profunda con un psicópata integrado controlado es una quimera. Piensa que los resultados anteriores incluían a psicópatas controlados pero también a impulsivos —que ya sabemos que son más inestables y menos dominadores—, lo que nos dice que el primer tipo será más inteligente y astuto en su intento por manipularnos mientras hablamos con él.

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Así que, en resumidas cuentas, ¿qué puedes esperar del comportamiento de un psicópata integrado? Por lo que respecta a su conversación, esta suele estar preparada, pues habitualmente hay una agenda oculta. En ella podemos encontrar un uso frecuente de expresiones de dominio e intimidación, si la situación lo requiere, o bien de palabras zalameras y de aprecio tendentes a embaucar, en caso de que se halle en una fase de captación del interés de la otra persona. Sin embargo, si profundizas y prestas atención, hallarás graves lagunas en su discurso, tanto en su contenido como en su forma. Su conducta será manipuladora, lo que significa que tenderá a influir en tu comportamiento jugando con tus expectativas y emociones y mintiéndote las veces que sea necesario. Buscará, como un ilusionista, que no veas lo que en realidad hace, sino aquello que te dice que hace. En ocasiones puedes esperar abuso verbal y explosiones de ira, algo de lo cual intentará convencerte de que eres tú el culpable. Cuidará mucho su imagen ante los demás, porque es consciente de que en esa máscara tiene el fundamento de su poder.

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Por lo que respecta a su comportamiento, recuerda que su conversación es una ventana a su mente. Una regla esencial es que «razonando» con él no vas a ganar nada: su conversación es siempre un juego de poder y manipulación. Cualquier intento de que se avenga a razones o colabore de modo honesto para encontrar una solución al asunto que estéis tratando es solo una pérdida de tiempo.

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Una cuarta estrategia es proyectarte hacia el futuro. Imagina que eres mayor y estás escribiendo tu biografía. ¿Qué querrías poner en esta etapa de tu vida? Si tuvieras ochenta años y quisieras describir cómo superaste la convivencia con un psicópata, ¿qué desearías poder escribir? Un consejo parecido que también nos dio Frankl es este: vive como si estuvieras viviendo por segunda vez y estuvieras a punto de repetir el error de tu primera vida. ¿No querrías cambiar ese resultado?

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...descubrir que, de un 30 por ciento de niños que presentaban factores importantes de riesgo de fracaso, delincuencia, salud mental y otros a los diez años (aproximadamente 209 niños), un 10 de ese 30 por ciento (21 niños) fueron capaces de llegar a su edad adulta convertidos en personas responsables , con metas, trabajos y familias que conferían un propósito a su existencia. 

   Claro está, la pregunta esencial consistía en qué era lo que había protegido a ese 10 por ciento que, a pesar de presentar los mismos riesgos que el resto, había sido capaz de salir adelante y tener una vida productiva. Entre estos factores «protectores» estaban el haber dispuesto de un adulto como figura de apego y apoyo constante : uno de los padres, un maestro, un religioso... Para los niños, tales adultos eran no solo poderosos vínculos afectivos, sino ejemplos donde mirarse. Pero otros eran de índole interna, propios de su psicología y de su forma de encarar el mundo. Eran, en efecto, niños con una orientación positiva hacia la vida y hacia sus relaciones, que mostraban autonomía y determinación para enfrentarse a las circunstancias y que se sentían capaces de construir sus propias vidas, es decir, creían que ellos podían cambiar las cosas.

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La escritora y filósofa Iris Murdoch dijo que la habilidad moral esencial es ser atento y considerado con los otros en las complejas y variadas circunstancias por las que transcurre la vida: «La moralidad se concreta en cómo nos relacionamos con los demás cada uno de los minutos del día». 4 David Brooks ha escrito que hay dos tipos de personas: los «iluminadores», quienes nos acompañan y apoyan en las vicisitudes por las que pasamos diariamente, y los que «oscurecen», quienes están continuamente pendientes de sí mismos y hacen sentirse a los otros seres insignificantes. El psicópata es el principal protagonista de este último grupo.


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