Vida contemplativa, Byung-Chul Han

 






◆ Consideraciones sobre la inactividad

▪ La inactividad tiene su lógica propia, su propio lenguaje, su propia temporalidad, su propia arquitectura, su propio esplendor, incluso su propia magia. No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad que, sin embargo, no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento. No estamos accediendo ni a los dominios de la inactividad ni a sus riquezas. La inactividad es una forma de esplendor de la existencia humana. Hoy se ha ido difuminando hasta volverse una forma vacía de actividad.

▪ Andar paseando parsimoniosamente, comparado con el caminar, correr o marchar hacia algún lado, es un lujo. El ceremonial de la inactividad es: hacemos, pero para nada. Este para-nada, esta libertad con respecto a la finalidad y la utilidad, es la esencia de la inactividad. Y es la fórmula fundamental de la felicidad.

▪ La inactividad caracteriza al flâneur de Walter Benjamin: «La peculiar indecisión del flâneur. Del mismo modo que aguardar es el estado propio del contemplativo inmóvil, parece que la duda lo es del flâneur. En una elegía de Schiller se dice: “Las alas indecisas de la mariposa”».[7] Tanto el aguardar como la duda son figuras de la inactividad. Sin el momento de la duda, el andar del ser humano se asemeja a una marcha. Como al ala de la mariposa, es la vacilación lo que le otorga su encanto. La resolución o el apuro le quitan cualquier gracia. El flâneur hace uso de la capacidad de no actuar. No persigue ningún fin. Se entrega sin pensar al espacio que le «guiña el ojo», al «magnetismo de la próxima esquina, de una plaza lejana en la niebla, de la espalda de una mujer que camina delante».

▪ Solo el silencio nos vuelve capaces de decir algo inaudito. La obligación de comunicar, por el contrario, conduce a la reproducción de lo igual, al conformismo: «El problema no consiste en conseguir que la gente se exprese, sino en poner a su disposición vacuolas de soledad y de silencio a partir de las cuales podrían llegar a tener algo que decir. Las fuerzas represivas no impiden expresarse a nadie, al contrario, nos fuerzan a expresarnos. ¡Qué tranquilidad supondría no tener nada que decir, contar con el derecho a no tener nada que decir, pues tal es la condición para que se configure algo raro o enrarecido que merezca la pena de ser dicho!».

▪ La inactividad es, pues, el umbral de un hecho inaudito.


◆ De la acción al ser

▪ En los Cuadernos negros, de Heidegger, se encuentra una frase muy digna de atención: «La diferencia de ser es el éter en el que el hombre respira. Sin ese éter, el hombre se degrada a mero ganado e incluso queda por debajo de él, y todo su hacer se rebaja a ser cría de ganado».[90] Heidegger formula aquí una biopolítica ontohistórica. El olvido del ser por falta de meditación nos arrebata el aliento. Degrada al ser humano a animal laborans. Vista la cuestión desde esta perspectiva, la inactividad adquiere un significado político. La política de la meditación debe eliminar esas presiones que amaestran al ser humano para que sea ganado en renta o de labor.

▪ Transforma a la anfitriona en una oyente atenta: «En las conversaciones de los amigos, ella era la oyente silenciosamente atenta, preocupada tan solo por el bienestar de estos. No era allí ni señora ni criada, sino que, conteniéndose por encima de ambas, era dócil a algo inexpresado. Probablemente mantuvo con ello diálogos silenciosos en las largas y numerosas caminatas que la conducían, totalmente sola, por el campo de la tierra natal».[101] Heidegger vincula aquí la facultad de la escucha al poder de lo «inexpresado», que se da a conocer en el gran paisaje. La anfitriona de Heidegger se aleja escuchando, dejándose determinar [be-stimmen] por lo «inexpresado». Lo «inexpresado» es el lenguaje de la tierra, el cual se sustrae a la voluntad humana. La salvación de la tierra depende de si seremos o no capaces de escucharla.

▪ La ética del recato de Heidegger se cumple de una manera anecdótica en su anfitriona: «¿Y el recato? Nos dejó una preciosa huella de él aquí, en Friburgo, cuando, encontrándose delante de nuestra casa con la intención de visitarnos, no se atrevió a llamar y volvió a marcharse. De esta forma, lo no ejecutado es a veces más poderoso y duradero que lo dicho y efectuado».[103] Heidegger también habría podido decir: el no-hacer es más poderoso que todo lo hecho y producido. La ética del recato es la ética de la inactividad.


◆ La absoluta falta de ser

▪ El corazón humano no puede brindar hoy ningún refugio a la perennidad. Si el corazón es el órgano del recuerdo y la memoria, en la era digital estamos absolutamente desprovistos de corazón. Almacenamos cantidades impresionantes de datos e informaciones, pero sin recordar. Nos apartamos de cualquier forma de «para siempre». Abjuramos de las prácticas que toman mucho tiempo, como la fidelidad, la responsabilidad, la promesa, la confianza y el compromiso. La vida es gobernada por lo provisional, por lo a corto plazo y por lo inconstante.

▪ Hoy invertimos lo mejor de nuestro empeño en alargar la vida. En realidad, la vida se está reduciendo a supervivencia. Vivimos para sobrevivir. La histeria de la salud y la manía de la optimización son reflejos ante la falta de ser reinante. Procuramos compensar el déficit de ser por medio de la prolongación de la vida desnuda. Entretanto, perdemos todo sentido de la vida intensa. La confundimos con más producción, más rendimiento y consumo, los cuales, sin embargo, no constituyen más que formas de supervivencia.

▪ La digitalización también desmantela al ser en cuanto ser-con. Estar conectado no es lo mismo que estar vinculado. La conectividad sin límites es justo lo que debilita la vinculación. Una relación intensa presupone un otro que escapa a la disponibilidad. Con la ayuda de la conexión digital hacemos del otro, del tú, un ello a disposición, lo cual conduce a una soledad primordial. Un objeto consumible que satisface nuestras necesidades no consiente una vinculación intensa. De este modo, a pesar de la creciente conexión y conectividad, estamos más solos que nunca.


◆ El páthos de la acción

▪ Por ello Jean Ziegler escribe de manera lapidaria: «Cuando un niño muere de hambre es asesinado».

▪ Hoy nos explotamos por propia voluntad y con la creencia de que nos estamos realizando. Nos entregamos al culto del yo, a la misa del yo, en la que todo el mundo es sacerdote de sí mismo. La presión de autenticidad le es ajena a la sociedad de masas. A diferencia de lo que ocurre en la sociedad de masas dominada por los medios de comunicación de masas, en la era de los medios digitales no se da al traste con la capacidad de hablar. Muy al contrario. Todo el mundo es hoy productor y emisor. Todo el mundo se produce. Estamos aturdidos por el ruido de fondo de la comunicación.

▪ La autora cree poder confirmar su suposición con una sentencia de Catón: «Quienes estén familiarizados con la experiencia del pensamiento difícilmente puedan evitar estar de acuerdo con la sentencia de Catón: numquam se plus agere quam nihil cum ageret, numquam minus solum esse quam cum solus esset: nunca se está más activo que cuando, a juzgar por la apariencia externa, no se está haciendo nada; nunca se está menos solo que cuando se está solo con uno mismo en la soledad».[184] Es justo a esta sentencia de Catón a la que se refiere Cicerón en De re publica antes de iniciar, inmediatamente después, la alabanza de la vida contemplativa. Cicerón exhorta a los lectores a dedicarse a la vida contemplativa alejados del tumulto de la multitud. Para Cicerón, el pensamiento pertenece a la vida contemplativa. De este modo, Arendt cierra su libro La condición humana (Vita activa), involuntariamente, con una alabanza de la vida contemplativa.




Entradas populares de este blog

La salvación de lo bello, Byung-Chul Han 

Mendel el de los libros, Stefan Zweig