Después de la luz, Benjamin Labatut

 



En la teoría de conjuntos, el conjunto vacío —⁠0⁠—es el único que no contiene ningún elemento, por lo que a él pertenecen todos los triángulos con cuatro lados, todos los números mayores que nueve pero menores que ocho, las partidas de ajedrez que comienzan con el movimiento del rey, los ciegos que ven, los sordos que oyen, los cerdos que vuelan. El conjunto vacío no es lo mismo que la nada ni el cero: es un conjunto que contiene nada. Esto lo hace poseer extrañas características, como ser un subconjunto de todos los demás conjuntos, pero la más rara es que, siguiendo las reglas de la lógica, cualquier enunciado referido a los elementos del conjunto vacío será siempre verdadero, pero completamente desprovisto de sentido. Curiosamente, esta nada de la que todo es cierto se ha convertido en la piedra angular de las matemáticas modernas, ya que basado en ella se pueden construir todos los números naturales.

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 No se puede pisar dos veces el mismo río ya que no se puede pisar una vez, ni se puede pisar, ni hay río, ni pie, ni número, ni similitud, como no hay tiempo, negación, poder, identidad ni sujeto. Solo hay un dedo mudo levemente torcido, dedo griego que se retuerce, flujo innombrable que traiciona el pensamiento. Discípulo de Heráclito, maestro de Sócrates, al final de su vida Crátilo se limitaba a extender un dígito como única respuesta a las preguntas de sus alumnos, las críticas de sus rivales, el llamado del sexo, las trampas de la política, el llanto de los niños, la risa de la muerte. El hombre que lo había llevado a caer en el silencio, su mentor Heráclito de Éfeso, vivió sus últimos años alejado de los hombres que había llegado a odiar. Comía pasto como una cabra arriba de los cerros, el sol quemando su espalda, horadando surcos en su frente. Cuando enfermó de hidropesía, regresó a su casa, pidió que sus hijos lo cubrieran con estiércol y se recostó al sol para que el calor evaporara el líquido que amenazaba con pudrir el interior de su cuerpo. La cura falló. Su cadáver, irreconocible bajo la costra de mierda, fue devorado por perros, al igual que el de Diógenes, Eurípides y Luciano.

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 Según el paleontólogo Peter Ward, la vida en la tierra posee la misma naturaleza de Medea, la madre asesina. Su hipótesis postula que la vida multicelular es un superorganismo suicida. El mundo quiere curarse de la maldición de los seres complejos, y gatilla masivas extinciones en sucesivos intentos por regresar a la pureza de la vida microbiana, el paraíso perfecto en que ha subsistido durante incontables milenios. Medea sería el reverso oscuro de Gaia, una madre terrible cuya voluntad de muerte ha intentado extinguir la vida en la tierra una y otra vez, envenenándola con gas metano hace 3 mil millones de años, ahogándola con una explosión de oxígeno puro hace 2.7 mil millones de años, sepultándola dos veces bajo hielo inexpugnable, borrando la capa de ozono a través de la emisión masiva de ácido sulfhídrico.

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Perder el sentido del olfato es una señal confiable de muerte en los cinco años siguientes, pero la muerte en sí tiene su propio olor. El perro de Freud se negaba a acercarse a su amo debido al hedor que emanaba del cáncer que carcomía su mandíbula, y se escondía en una esquina de la habitación, gimiendo, cuando Freud entraba a casa. Tres inyecciones letales de heroína fueron la solución que el padre del psicoanálisis decidió dar a lo que William Burroughs describió como «un olor gris, para el corazón, corta el aliento, olor del cuerpo vacío, olor de hospitales de campaña y gangrena». En 1885, el médico berlinés Ludwig Brieger fue el primero en describir los dos compuestos que otorgan su perfume característico a la muerte: Putrescina y Cadaverina. Letales en concentraciones suficientemente altas, nacen de la descomposición de los aminoácidos pero se hallan también en la boca y la vagina, la orina, la mierda y el semen.

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Antes de morir producto del alcohol y los cigarrillos, Hugh Everett III postuló una de las ideas más hermosas de la física. Mundos paralelos, la creación de múltiples universos ramificándose a cada momento, fue la forma en que Everett interpretó el extraño comportamiento de las partículas elementales, que parecen tomar todos los caminos y ocupar todos los estados posibles al mismo tiempo. La novedad de Everett fue decir que esas posibilidades eran todas reales , y que no habitamos un mundo, sino muchos. Fue ridiculizado, sus ideas olvidadas durante décadas. Trabajó para el Pentágono, eligió los objetivos de los misiles nucleares de Estados Unidos y ayudó a crear la doctrina de destrucción mutua asegurada, conocida por la sigla MAD. Se obsesionó con métodos para predecir el futuro. Murió poco después de que sus ideas resurgieran gracias a una nueva generación de físicos, sin ver el efecto que los múltiples-mundos tendrían en la ficción, cultura y ciencia de finales del siglo XX. Su hija Elizabeth trató de quitarse la vida ocho veces y lo logró en 1996. Su nota suicida dice que va a encontrarse con su padre en un mundo paralelo.

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A los veintiún años, en 1368, Catalina de Siena tuvo su matrimonio místico con Cristo. La santa experimentó una fusión física con el cuerpo de Jesús, y recibió como símbolo de su unión eterna un anillo hecho con la piel del prepucio de Nuestro Salvador. Una generación antes de Catalina, la monja austríaca Agnes Blannbekin se sintió tan conmovida por el dolor que el bebé Jesús habría sentido durante su circuncisión, que sintió —⁠en un rapto de piedad⁠— el roce del prepucio divino en la punta de su lengua. Leo Allatius (1586-1669), teólogo y bibliotecario del Vaticano, postuló en su ensayo De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi que el prepucio de Jesucristo había ascendido al cielo al igual que el resto de su cuerpo, situándose alrededor de Saturno después de su muerte terrenal, formando sus anillos.

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El efecto perspectiva es la euforia trascendental y el sentimiento de conexión universal que experimentan los astronautas al ver el mundo completo de una sola vez. Es capaz de alterar su conciencia de forma profunda y permanente. El sol brilla en la oscuridad total del vacío, nuestro planeta flota como el frágil huevo de un anfibio, protegido solo por la delgada cáscara de nuestra atmósfera. No todos han podido tolerarlo: un año después de haber regresado de su viaje a la Estación Espacial Internacional como tripulante de la nave Discovery, la astronauta norteamericana Lisa Nowak manejó de un lado al otro de los Estados Unidos, desde su hogar en Houston hasta el aeropuerto de Orlando, usando los mismos pañales que había utilizado bajo su traje espacial, para no tener que detenerse en el camino. En su auto llevaba guantes de látex, una peluca de pelo negro, un rifle a postones, spray de pimienta, una gabardina color canela, un martillo de perforación de dos libras, tubos de goma, bolsas de basura, guantes negros, zapatillas para correr, un paraguas, su computador, quinientos dólares y un cuchillo plegable marca Gerber de veinte centímetros de largo, todo lo cual utilizó para tratar de secuestrar a la mujer por la que creía que su amante la había abandonado. Su intento fue un fracaso. Lisa Nowak fue arrestada. En el juicio se declaró temporalmente demente.

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De ciprés el arca de Noé, de ciprés la cruz de Cristo, de ciprés las puertas de la Basílica de San Pedro y los sarcófagos egipcios. Símbolo de eternidad y luto, rodean los cementerios del mundo advirtiendo a los vivos sobre la presencia continua de la muerte, como un dedo que apunta directo al cielo. El olor de su madera cubre la fetidez de los cadáveres en descomposición. Su tronco se dobla con el viento, sin romperse. Su savia forma pequeñas gotas en forma de lágrima, testimonio de la tristeza de Cipariso, amante de Apolo, que mató por error a uno de los ciervos del dios y pidió llorar por siempre para expirar su culpa, convertido en el primer ciprés.

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Torturado por su visión de las almas de los condenados en los días que pasó en el Infierno, Lázaro no volvió a sonreír durante los treinta años que vivió luego de su resurrección. Una sola excepción: vio a un hombre robar un jarro y no pudo contener la risa. La arcilla roba la arcilla, dijo.


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