El neandertal desnudo, Ludovic Slimak

 


Los lejanos restos de la humanidad neandertal sugieren que nunca fue un nosotros-mismos más. En cuanto a sus estructuras mentales, nunca fue un hermano ni un primo, sino una humanidad otra, plena y entera. Acercarse a esa humanidad conllevará ante todo un aprendizaje singular en la confrontación con una consciencia fundamentalmente divergente.
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La extinción neandertal es un simple hecho, la constatación de la desaparición de una humanidad y de sus modos de vida ancestrales, así como su súbito reemplazo por la nueva era del Paleolítico reciente, que llega a Europa de la mano de las poderosas oleadas de poblaciones sapiens.
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En todo el continente europeo no existe hoy en día casi ningún yacimiento arqueológico en que nuestro cómputo temporal sea lo suficientemente preciso como para establecer con certeza el encuentro entre estas dos humanidades. La víctima ha sido identificada, pero ni tenemos su cuerpo ni conocemos la identidad del asesino; ni siquiera sabemos si la víctima llegó a cruzarse alguna vez con su presunto asesino.
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Si bien es cierto que en el seno de la comunidad científica internacional la cuestión de la realidad arqueológica de las sepulturas neandertales sigue siendo conflictiva, yo personalmente no tengo ninguna duda de que, en efecto, el neandertal enterraba a sus muertos e intentaba preservar sus restos, siguiendo las miles de tradiciones desarrolladas por estas sociedades a lo largo de los milenios. Como tampoco tengo ninguna duda de que estas poblaciones cuidaban de los individuos más frágiles, como los jóvenes, los ancianos y los inválidos. Pero hay que ir más allá y llevar nuestro razonamiento hasta el límite de su propia lógica… Esta relación con los débiles, por una parte, y por otra con los muertos ¿de verdad acredita la existencia, en el seno de estas poblaciones, de unas estructuras mentales profundas? Estos gestos ¿de verdad representan algo único y específico del hombre? ¿Algo que nos llevaría a concluir que nuestra concepción del mundo y la forma de estar en él es la misma que la del neandertal?
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Sencillamente, el primer agujero neandertal —ya sea practicado en una concha, en un diente o en un hueso— está aún por aparecer. Así pues, lo que hacemos es aceptar sin el menor recato el confinamiento de esa humanidad en nuestras propias concepciones, en nuestra propia forma de estar en el mundo. Aceptarlo comporta negarse a estudiar esas poblaciones por lo que fueron en realidad. Convertir al neandertal en un espantapájaros mal disfrazado que no es él, sino nosotros. Matamos dos veces la criatura.
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El neandertal en el metro no es en absoluto una rehabilitación de la criatura basada en los más recientes descubrimientos científicos. Es una construcción nuestra, un mito, una representación. El neandertal en el metro es una obra estrictamente ideológica que nada nos dice del neandertal, sino más bien de nuestra propia sociedad, de nuestros tabúes y de nuestro puritanismo intelectual en relación con la noción misma de diferencia.
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Si el neandertal no fue nunca otro nosotros-mismos, para determinar cuáles fueron sus propias maneras de ser humano queda todo por hacer. El desafío es fascinante, y fundamentalmente nos anima a explorar qué somos nosotros, los sapiens; a explorar nuestra naturaleza no como la humanidad, sino como una humanidad.
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No te equivoques, esos análisis no cambiarán en absoluto la mirada de los investigadores que se entestan en simplificar al neandertal como si fuera otro nosotros-mismos, y sin embargo, la posición de estos investigadores no depende solo de posiciones dogmáticas. La determinación de lo que define al hombre no está a nuestro alcance a través de sus componentes moleculares en mayor medida de lo que lo estaba para Platón en la Antigüedad, cuando definió al ser humano como un bípedo sin plumas… Y por mucho que esos estudios puedan impresionar por esa apariencia suya tan científica, recuerda que ni los genetistas ni los especialistas en antropología física están convenientemente armados para desentrañar las estructuras sociales, mentales, etológicas y culturales de esas sociedades extinguidas.
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...aparecieron dos objetos: una punta musteriense tallada en un sílex negro —un clásico de la industria neandertal— y una lámina blanca cuyo análisis permitía demostrar sin lugar a dudas que había sido producida por un hombre moderno. En el momento de la excavación, estos dos objetos aparecieron en contacto directo. Un buen ejemplo de un contacto físico que supone un interesante testimonio, pero que no se puede interpretar a la ligera. ¿Ocuparon esas dos poblaciones la misma cueva al mismo tiempo? ¿O para cuando un sapiens abandonó su lámina, la punta neandertal ya llevaba en el suelo mil años? En el fondo , esto no es más que una simple anécdota. Pero, si el hecho de que dos objetos representativos de estas dos sociedades aparezcan reunidos físicamente no nos dice nada sobre la realidad de un posible encuentro, ¿de qué otra forma podemos abordar una cuestión tan importante?
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En Europa, el encuentro entre estas poblaciones es invisible, y puede que nunca haya tenido lugar … Nuestro nivel de ignorancia acerca de uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la humanidad es sobrecogedor.
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Los depósitos de hollín en las paredes de la cueva Mandrin dejan una marca perfectamente reconocible, que en este caso permite distinguir con claridad cuáles corresponden a fuegos neandertales y cuáles a fuegos sapiens. A esta auténtica «memoria del fuego» la hemos llamado crónicas. Hemos trabajado durante unos quince años para obtener muestras de bóveda que documentan el conjunto de los asentamientos prehistóricos a través del tiempo: ¡a lo largo de más de ochenta mil años! Hasta que, después de catorce años de investigaciones, nuestros análisis de altísima precisión arrojaron un resultado inesperado: el estudio de esas películas de hollín revelaba que no había transcurrido ni siquiera un año entre el paso por la cueva de las dos humanidades. Y el dato que revelaba la datación era un tiempo máximo . Eso significa que, por primera vez en Europa, tenemos ante nosotros el encuentro físico entre esas dos humanidades en un territorio definido a la perfección. Las dos humanidades debieron de encontrarse físicamente en el territorio de ese lugar concreto.
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Hay algo que debe quedar muy claro: el neandertal es una población extinta. Estrictamente extinta. Extinta por completo. Si todas las poblaciones de lobos desaparecieran, relativizar su extinción porque los caniches, los chow chows o los shar-peis siguen siendo portadores de la práctica totalidad de los genes de los lobos representaría una incongruencia intelectual.
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...el único que permite abordar de manera comprensiva la extinción de esta población, es la llegada de los hombres modernos a los territorios neandertales. No podemos redimir al sapiens. En cuanto a la variedad de situaciones específicas de cada región de Europa, basta con tomar como ejemplo la variedad de situaciones que existe en América y en Australia cuando se produce la suplantación de sus poblaciones aborígenes.
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No existen dos herramientas musterienses idénticas, lo cual supone un hecho muy curioso. Al contrario, se aprecian estilos distintos, muy connotados, que pueden considerarse característicos de diferentes grupos humanos. No cabe duda de que existe la transmisión, así como los conocimientos especializados. Pero se trata de culturas mucho menos sujetas a normas, sin tanta estandarización, sin repeticiones sistemáticas, sin ese carácter cuasi industrial que define tanto a las culturas sapiens prehistóricas como a las de nuestras sociedades actuales. Ahí tendríamos pues una de las estructuras fundamentales de esas humanidades. Uno de los indicadores de las profundas diferencias entre el neandertal y el sapiens. Cada herramienta neandertal es una creación en sí misma. Juega con la forma natural que presenta la materia prima, con la textura de las rocas, con sus colores, con su tacto. Hay un equilibrio, una perfección absoluta del objeto musteriense, casi imposible de definir pero absolutamente presente, y que además atestigua una determinada percepción del mundo.
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No, el neandertal no es un sucedáneo del sapiens. No solo parece diferente, sino que en muchos aspectos de genio parece que lo haya superado: por su creatividad total, permanente y esencialmente liberada del ego que estructura la necesidad del sapiens de diferenciarse, tanto a nivel de grupo como de individuo.


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