Primeros poemas, Idea Vilariño





▪ No sé qué hay en la tarde, en la luz, en el alma,

no sé si fue esa música dolorosa y fantástica

o si es este silencio perfumado y oscuro

o esta luz de crepúsculo perfumada y callada.

Me faltan tantas cosas que me duelen las manos

que se alargan dolientes, pálidas y vacías.

Da hasta miedo seguir

si con tan pocos años pesa tanto la vida.

Nunca tan cerca de la vida. Nunca.

Nunca tan grande como hoy la muerte,

sobre todo, ante todo, al fin de todo,

y yo, sintiéndome ir trágicamente.

La tarde que se muere se agiganta.

Yo me siento perdida.

Da hasta miedo seguir

si con tan pocos años pesa tanto la vida.

(1939)

...

▪ VI

Rosa dulce, mi mano

de pana tibia es ruda sobre tus sienes pálidas,

mi honda ternura en vano me torna fina y cálida

al doblarme, celeste, sobre tu boca muda.

Te he hablado de mis dudas

sobre el metal lejano y candente de tu acento,

de lo inhumano en fuga por tus dientes, del lento

prestigio de tu frente, de la luz de tus manos.

Te canté, todo, en planos

escuetamente míos. Pero, óyeme, no alcanza.

Ya no sonrío ahora. La vida es una lanza

quebrada. La vida es vana y triste, amor mío,

y vaga un viento frío

que apagará estos astros que mueren de cansancio

y el débil rastro mío y el tuyo y el del rancio

perfume de estos días, grises piedras que gasto,

monótono balasto.

Pero tú tienes algo, no sé, esa luz inválida

que da en tus labios vagos. La vaga aristocracia

que desmaya las cosas bajo tus dedos largos,

ese resabio amargo

que tus más dulces besos me dejan en la boca,

el brillo denso que hace cristales de las rocas

cuando tú me las dices, la tensión de tu cuerpo,

su perfume secreto.

Milagro: barro y puro. Pero, óyeme, no alcanza.

Son tan duros los astros, las cosas son tan blandas,

y las piedras, las bestias, los árboles son mudos.

Y hay un resplandor crudo

que despoja a la vida de sus rosas más grávidas

o que gravita hastiando aun las bocas más ávidas

o que a su luz mortal ya las frentes transidas

no comprenden la vida.

Pero te amo, misterio, dulce enigma de barro.

Te amo y tal vez la noche. Pero, óyeme, no alcanza.

(1942)

...


Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quién fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber

por qué ni cómo nunca

ni si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quién fuiste

ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré dónde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.

 

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