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Mostrando entradas de junio, 2023

Un verano con Rimbaud, Sylvain Tesson

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  Prólogo. El azimut y el meandro Rimbaud no alcanza nunca su meta porque siempre la está cruzando. Su vida no es un viejo río que socava lentamente la montaña. Rimbaud, azimut brutal hacia la eternidad. El canto de la aurora El barco-madre A veces le fallas a tu madre. La temes, está lejos. Pero está ahí. Puede que sea esa la definición de una madre. La madre es tu centro aunque vivas en el borde. La familia es un sistema Se le pueden reprochar sus propagandas a Isabelle la católica. Pero el caso es que —interesada o no— estuvo allí, en la hora postrera, en el hospital de Marsella, velando a Rimbaud como una hermana de la caridad, vendándole, lavándolo, bañándolo y recogiendo estas últimas palabras de su hermano, escupidas al cielo por un moribundo furioso: «¡ Yo iré bajo la tierra y tú caminarás al sol!». ... Louis-Ferdinand Céline le dedicó una frase a Rimbaud en Muerte a crédito cuarenta y cinco años después de su muerte: «Es nacer lo que no habría hecho falta». Y, sin embargo, aqu

El hacedor (de Borges), Remake it, Agustín Borges Perse

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  Yo, que tantas mujeres he sido, no he sido nunca aquella en cuyo abrazo desfallecía Alejandro, ni aquella que se despedía y acariciaba su mejilla cada mañana antes de la batalla, que se despedía mirándole las cicatrices y contándolas de memoria una a una y recordando que la daga que ahora brilla en la funda del otro será la daga que le atraviese el pasado y acabe con los secretos, con la memoria que lo envuelve, y que con él muera el águila que vio sobre el monte que hospedaba al ejército que iba a aniquilar a todos sus hombres cuyos recuerdos morirían para siempre y cuyas mujeres desfallecerían al caer la noche, Alejandro era sin porqué, stat rosa pristina nomine nomina nuda tenemus, como Borges, como María, a esta me la salto,  nada en la nada, todo en el todo, Homero regresando a Ítaca y Ulises escribiendo sobre una mesa, como esta desde la que escribo ahora, historias que aquel, el otro, leyó después y reescribió saltándose párrafos enteros donde aparecía degollando a mujeres y n

El hacedor, Jorge Luis Borges

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  ◆ Los espejos velados ▪ Vivía con los suyos en un desmantelado caserón de cielo raso altísimo, en el resentimiento y la insipidez de la decencia pobre. ◆ El testigo ▪ En el tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vieron a Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron con la muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo? ¿La voz de Macedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y de Charcas, una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba? ◆ Borges y yo ▪ Borges y yo Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de