Ensayo sobre el día logrado, Peter Handke

 







Sí, para mí el día logrado no es como todos los demás; para mí quiere decir más. El día logrado es más. Es más que una «observación lograda», más que una «jugada de ajedrez lograda» (incluso más que una partida entera lograda), que «una primera ascensión lograda, en invierno», algo distinto de una «fuga lograda», una «operación lograda», una «relación lograda», una «cosa lograda», sea la que fuere; además es independiente de la pincelada lograda o de la frase lograda, y ni siquiera tiene nada que ver con aquel «poema logrado en una sola hora, ¡después de haber estado esperando una vida entera!». El día logrado no se puede comparar con nada. Es único en su especie.
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De hecho hay una canción que podría llamarse así. La canta Van Morrison, «mi cantante» (o uno de ellos), y en realidad no se llama así, el nombre lo toma de un pequeño pueblo americano, sin ningún interés, por otra parte, y cuenta, sí, imágenes de un viaje en coche un domingo—un día en el que lograr el día parece aún más difícil que en cualquiera de los otros—, en compañía de alguien, probablemente una mujer, en primera persona del plural (una forma en la que lograr el día es un acontecimiento aún mayor que estando solo): pescar en las montañas, continuar el viaje, comprar el periódico del domingo, continuar el viaje, tomar algo, continuar el viaje, el brillo de tu cabello, la llegada al anochecer, y el último verso más o menos así: «¿ Por qué no pueden ser todos los días como este?». Es una canción muy breve, tal vez la balada más breve que haya habido nunca; dura exactamente un minuto, y el que canta es ya casi un hombre entrado en años, al que le quedan solo unos pocos mechones de cabello, y de aquel día se cuenta más hablando que cantando; se diría que allí no hay canto, ni sonido, ni notas, un murmullo, de pasada, por decirlo así, que sin embargo sale de un pecho poderosamente henchido, un murmullo que en el momento de la máxima amplitud se interrumpe de repente.
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Ocurre que los cuatro o cinco hombres que hay en el café, incluso el que siempre grita, callan juntos durante un largo momento y que el forastero calla con ellos.
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Cabeza de girasol, que lo único que hace es seguir la luz del día.








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