Anoxia, Miguel Ángel Hernández
I La imagen última
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Todos los años, la misma situación. Las amigas que venían y después desaparecían. Las que al verano siguiente regresaban y contaban con que ella estuviese allí de nuevo, como si formara parte del paisaje, un elemento más de decoración, junto a los barcos, las tumbonas o los chiringuitos. Perenne, como la taberna que regentaban sus padres, que también se llenaba por esas fechas.
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La distancia es siempre la posibilidad de no llegar a tiempo.
III Los inquietos
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Allí acabó la privacidad. Y, en cierto modo, también la vida con Luis. Antes incluso de su muerte. Eso lo ha pensado muchas veces: en aquellos años comenzaron a separarse. Esos fueron los años vacíos. Así los denominó ella, que aún no sabía que eran también los últimos años. Los años en los que fue una madre para su padre y una madre para su hijo, pero no una esposa para su marido.