El cardenal Napellus, Gustav Meyrink

 





◆ J. H. Obereit visita el país de los devoradores del tiempo

▪ “Con horror, me di cuenta de que mi vida entera estaba hecha de espera, en todas sus formas, sólo de espera; una especie de irrefrenable desangrarse y que el tiempo dedicado a la percepción del presente se podía calcular en horas.”

◆ El cardenal Napellus

▪ ¿Para qué? ¿Por qué? Ya ni se lo pregunta. Sabe que su quehacer no tiene objeto, como nosotros lo sabemos del nuestro. Pero, lo peor es que estará completamente desmoralizado, sabiendo que todo lo que hace, grande o pequeño, no tiene objeto. Es la misma certidumbre que, también a nosotros, nos ha quebrantado a lo largo de toda la vida. Desde la juventud somos como los moribundos, cuyos dedos inquietos, que no saben de dónde agarrarse, recorren las cobijas, e intuyen que la muerte está en la habitación y que ya no importa si abrimos las manos o cerramos los puños…






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