Serotonina, Michel Houellebecq




El amor en el hombre es, por tanto, un fin, una realización y no, como en la mujer, un comienzo, un nacimiento; he aquí lo que se debe considerar.
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Mi reacción era sin duda irracional, ella era veinte años más joven que yo, todo inducía a creer que me sobreviviría, pero eso es algo que el amor incondicional precisamente tiende a ignorar y francamente incluso a negar, el amor incondicional se construye sobre esta imposibilidad, esta negación, y tanto si es validada por la fe en Cristo como por la creencia en el programa de inmortalidad, Google influye muy poco llegados a este punto, en el amor incondicional el ser amado no puede morir, es inmortal por definición, el realismo de Yuzu era el otro nombre del desamor, y esta deficiencia, esta falta de amor tenía un carácter definitivo, en una fracción de segundo ella acababa de salir del marco del amor romántico, incondicional, y había entrado en el de la conveniencia, y desde aquel momento supe que se había acabado, que nuestra relación había terminado y que incluso ahora era mejor que acabase cuanto antes porque yo ya no tendría nunca más la sensación de tener a mi lado a una mujer sino a una especie de araña, una araña que se alimentaba de mi fluido vital y que no obstante conservaba la apariencia de una mujer, tenía pechos, tenía culo (que ya he tenido ocasión de elogiar) e incluso un coño (sobre el que he expresado algunas reservas), pero nada de esto servía ya, yo la veía convertida en una araña, una araña venenosa que picaba y me inyectaba día tras día un fluido paralizante y mortal, era importante que ella saliera lo más pronto posible de mi vida.
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Acabábamos de pasar las navidades en su casa, bueno, en la de sus padres, no era en Copenhague, se me ha olvidado el nombre de la ciudad, en todo caso yo había querido volver a Francia en tren, lentamente, el viaje empezó de un modo extraño, el tren circulaba por la superficie del mar Báltico, solo dos metros nos separaban de la superficie gris de las aguas, a veces una ola más fuerte que las demás golpeaba los ojos de buey de nuestro habitáculo, estábamos solos en el vagón en medio de dos inmensidades abstractas, el cielo y el mar, yo no había sido más feliz en mi vida, y probablemente mi vida debería haberse detenido allí, una lámina de fondo, el mar Báltico, nuestros cuerpos mezclados para siempre, pero eso no sucedió, el tren llegó a la estación de destino (¿era Rostock o Stralsund?), Kate había decidido acompañarme unos días, sus clases en la facultad empezaban al día siguiente pero ya se las arreglaría.
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Habríamos podido salvar al mundo, y habríamos podido salvarlo en un abrir y cerrar de ojos, in einem Augenblick, pero no lo hicimos, bueno, al menos yo no lo he hecho, y el amor no triunfó, lo traicioné, y a menudo, cuando no consigo dormir, es decir, casi todas las noches, vuelvo a oír en mi pobre cabeza el mensaje de su contestador, «Hello this is Kate leave me a message», y su voz era tan fresca, era como zambullirse debajo de una cascada al final de una polvorienta tarde de verano, al instante te sentías limpio de toda suciedad, de todo desamparo y de todo mal.
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A decir verdad yo me encontraba en la misma situación, los años de estudiante son los únicos felices, los únicos en los que el porvenir parece despejado, en que todo parece posible, después la vida adulta, la vida profesional, no es más que un lento y progresivo estancamiento, sin duda por eso las amistades de la juventud, las que entablas durante los años de estudio y que en el fondo son las únicas verdaderas, nunca sobreviven a la entrada en la madurez, evitamos volver a ver a los amigos de juventud para no confrontarnos con los testigos de nuestras esperanzas frustradas, con la evidencia de nuestro propio aplastamiento. 

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