Estoico y frugal, Pedro Juan Gutiérrez


Mirar a la gente, tomar algo en un bar y no hablar con nadie. Es lo que me gusta en ciudades desconocidas. Nadie me conoce, nadie a quien saludar, nadie a quien llamar. Vagar sin rumbo por la calle, con la sensación de ser libre, nada que hacer, nada que esperar.
... 
Creo que es la esencia de toda mi vida. Siempre. No solo ahora. Estoy perdido y confundido en un laberinto y no entiendo lo que está pasando. Eso es lo peor: que no entiendo. Salir del laberinto. Ese es mi objetivo. La noche y el pánico. La noche y el miedo.
... 
«Otra imbecilidad, Pedro Juan. Nadie tiene nada que hacer. Eso de los proyectos. Mierda pura. No hay que hacer nada. Somos unos animales pretenciosos. Yo soy una pretenciosa y una estúpida. No hay nada que aprender. Me deprimo todos los días por esta soledad de mierda.»
... 
Me fui al cuarto a mirar mi paisaje preferido del parquecito interior a través de la ventana. Me encantaba aquella desolación. Aunque añadía más melancolía y nostalgia a mi espíritu. La bicicleta arruinada en el poste, la luz amarillenta y débil en la niebla, todo rodeado por aquel edificio feo y bruto en la madrugada. Era un lugar vacío, frío y final. Me gustaba a pesar de todo.

Entradas populares de este blog

La salvación de lo bello, Byung-Chul Han 

Mendel el de los libros, Stefan Zweig