Quién lo diría, Eloy Sánchez Rosillo


VISIÓN EN LA MAÑANA 
 
DESPUÉS de muchos años, 
pasé en un autobús hoy por la puerta 
de mi casa de niño, mientras iba 
a algún otro lugar de la ciudad. 
La casa sigue en pie, con su aspecto de entonces, 
aunque desvencijada y ya sin nadie. 
Unos momentos sólo 
tuve para mirarla, y entreví 
a mi madre que, aún joven, salía sonriente 
de ese portal, conmigo de la mano, 
hacia un día del mundo. 
El sol de la mañana cayó sobre nosotros 
y luego nos borramos en la luz.
...
UN MENDIGO 
 
MUCHAS veces morí por no tener. 
Yo era un mendigo y nadie me amparaba, 
hasta que supe un día, no sé cómo, 
la compasión del grillo y de la noche, 
la caridad del alba.
... 
LUZ DE LUNA 
 
DESPERTAR en mitad de la noche de agosto 
y ver que está mi cuarto lleno de luz de luna. 
Ha entrado con sigilo por el balcón abierto 
mientras que yo dormía y la encuentran mis ojos 
derramada en el suelo como agua misteriosa. 
Pero enseguida observo que poco a poco se alza 
y a tientas, taciturna, asciende hasta la silla 
en la que puse anoche mi ropa al acostarme. 
Ahí se remansa un rato y se cobija. Luego, 
toca oblicua la cama en la que estoy, y prosigue 
parsimoniosa, mágica, su recorrido. Al cabo, 
se va por donde entró y en el cristal enciende, 
antes de terminar del todo de marcharse, 
un último destello muy vivo. Después, voy 
regresando despacio, plácidamente, al sueño.
... 
AQUELLOS AÑOS 
 
OLOR de aquellos años de mi infancia, 
olor en blanco y negro, 
que a mí no me impedía respirar lo absoluto. 
Impregnaba de un modo la ciudad 
que está dentro de mí y no acierto a decirlo. 
Era un olor, no sé, pequeño y provinciano, 
de oficios muy antiguos, de talleres oscuros. 
Estaba todo entonces un poco viejo y roto, 
manga por hombro y desgastado por la vida. 
Lo único que olía siempre a nuevo 
era la luz del sol cada mañana. 
Al caer en mi barrio redimía sus calles 
y tocaba las cosas a fondo, una por una, 
con dulzura y piedad.
... 
LA LLOVIZNA 
 
ESTAR allí otra vez, en la mañana 
de principios de junio, 
andando de tu mano 
por la gran plaza, en la que cae ahora 
una leve llovizna. 
Se desplazan solemnes por el cielo 
las grandes nubes, y de pronto se abre 
aquí y allá algún claro de oro vívido 
en la vieja ciudad de las alturas. 
Vienen y van las gentes 
de sus quehaceres hacia sus asuntos 
y no nos ven siquiera. 
A nuestro lado indiferentes pasan; 
qué saben de prodigios. 
Bajo el paraguas gira nuestro mundo, 
solamente por ti y por mí habitado. 
Estar allí de nuevo, 
en la mañana aquella. 
Tus labios rojos en el aire gris, 
y, entre risas, tus ojos que en lo oscuro 
reflejan un relámpago.
... 
SIEMPRE POR VEZ PRIMERA 
 
AL terminar la clase se acercó una muchacha 
a preguntarme algo. No sé qué. 
Me sonrió segura del poder que concitan 
su juventud, su gracia, su belleza. 
Y unos rizos oscuros del pelo le cayeron 
sobre los ojos negros. Le brillaba un piercing 
en los labios y llevaba un tatuaje 
—unas letras en chino— entre el cuello y el hombro. 
No sé lo que me dijo ni sé lo que le dije, 
pero hubo, sin embargo, entendimiento. 
Fue ayer y antes de ayer y hace mil años: 
tanto fulgor de pronto, siempre por vez primera. 
Luego hizo con la mano un gesto así, de adiós, 
y siguió caminando por la vida.

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