Antón Chéjov, Natalia Ginzburg


En junio de ese año murió su hermano Nikolai. Estaba alcoholizado y padecía tuberculosis. Contrajo el tifus, y Chéjov se lo llevó a Luka, en el campo, donde había alquilado una casa de veraneo, y allí trató de curarlo. Fue también Alexandr. El escritor se tomó unos días de descanso, viajó a Poltava, a casa de sus amigos Smagin. Nikolai murió en su ausencia. Siempre había dado preocupaciones por su vida desordenada y errante, pero era de carácter dulce y amable. La familia lo amaba tiernamente y no encontró consuelo tras su pérdida.
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En otoño, de vuelta en Moscú, escribió un nuevo drama, El espíritu de los bosques. Hubo quien quiso ver en el viejo profesor Serebriakov una caricatura de Suvorin. Chéjov le suplicó a Suvorin que no diera crédito a esas patrañas. Otras voces malevolentes decían que Chéjov se había vendido a Suvorin, que muy pronto se casaría con la hija de éste. En realidad, la hija de Suvorin era apenas una niña.
El espíritu de los bosques se representó en Moscú, en el Teatro Abrámov, en diciembre. La crítica habló muy mal de esta pieza. No era teatro. No significaba nada.
Años más tarde, Chéjov retomó el texto. Tras reescribirlo por completo, El espíritu de los bosques se convertiría en El tío Vania.
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Se casaron el 25 de mayo en una pequeña iglesia moscovita. Olga llevó como testigos a su hermano y a uno de sus dos tíos; Chéjov escogió a dos estudiantes a los que no había visto en su vida. No hubo nadie más. No asistió ni uno solo de los familiares de Chéjov, a quienes el escritor no había avisado. 
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Chéjov deliraba, hablaba del Japón y de un marinero. Ella le colocó una bolsa de hielo sobre el pecho. Y de pronto, recuperada la lucidez, él le preguntó: «¿Para qué poner hielo sobre un corazón vacío?».
El doctor Schwöhrer llegó a las dos de la mañana. «Ich sterbe —le dijo Chéjov—. Me muero».
El médico le puso una inyección de alcanfor. Luego quiso mandar a buscar un tubo de oxígeno. Chéjov le dijo: «Es inútil. Cuando lo traigan me habré muerto». Entonces, el médico mandó que le subieran una botella de champán.
Chéjov aceptó la copa que le ofrecieron y dijo: «Hacía mucho que no bebía champán». Vació la copa y se acostó de lado. Poco después dejó de respirar. Era el 2 de julio de 1904.

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