La historia universal, Ali Smith


Mayo
... y la del dios que se enamora de la joven que no lo quiere, que es feliz sin él y que, cuando el dios la persigue, resulta ser una corredora de rapidez excepcional porque es cazadora, y casi lo deja atrás. Pero como él es un dios y ella es mortal no lo logra, y en cuanto comprende que se le acaban las fuerzas y que el dios va a alcanzarla y a poseerla, pide ayuda a su padre, el río. Y su padre la ayuda transformándola en árbol. De pronto, los pies de la joven echan raíces. Su estómago se endurece en forma de corteza. Su boca se sella y su rostro se cubre de musgo; los líquenes cierran sus ojos. Surgen ramas de sus brazos alzados y cientos de hojas brotan de cada uno de sus dedos.
Doblo la página en esta historia. Preparo algunas cosas pendientes para el trabajo de mañana y te llamo, te digo como siempre que voy a acostarme y que si no bajas ahora mismo para que pueda apagar las luces y dormir un poco, te abandonaré.
Cuando estamos en la cama te doy el libro abierto por esa historia. La lees. Parece que te alegras. Vuelves a leerla, apoyándote en mí para alumbrarte. Leo por encima de tu hombro mi parte preferida, la parte sobre la deslumbrante belleza del árbol y cómo el dios, impotente, se adorna con sus ramas.

Paraíso
Quiere volver a tener doce años y no pensar en nada, volver a tener doce años y poder entrar en una hamburguesería un día de verano cualquiera, como hoy, y pedir cosas y comérselas en una mesa, y quiere que haya alguien despierto cuando salga del coche y entre en casa, y quiere que alguien le haya hecho la cama a la que está a punto de volver y que estará exactamente igual a como la dejó ayer por la tarde.
... 
No serían turistas cabrones si no lo grabasen. Se harán fotos. Quizá si no las hiciesen no sabrían si están vivos; quizá significaría que están muertos, o perdidos, o desnudos, si no lo mirasen todo a través de una cámara.
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La chica con los ojos capaces de leer idiomas inesperados le sonreirá.

El club de la lectura
En mi escuela había una niña de las Hébridas exteriores. Hablaba como si sus palabras tuvieran más sonidos y unos bordes recargados, como los tapetes de ganchillo que mi madre fijaba con largos alfileres a los respaldos y los brazos del tresillo de la sala.
... 
Siempre desaparecen en verano, como si fuese la estación adecuada, como si la gente que se las lleva esperase, como los agricultores, o los recolectores, o los editores de prensa amarilla, el clima adecuado para ponerse a ello.

Créeme
Hicimos el amor. Nos pasamos el resto de la mañana y parte de la tarde haciendo el amor. Empezamos cuando me separaste los muslos con una presión tan sutil que me sorprendió a media frase, respiré y tú te deslizaste entre ellos y seguiste con la lengua la fina línea de vello de mi vientre que bajaba entre mis ingles y luego subiste y me besaste con descaro y habilidad porque me conoces muy bien, y luego yo me puse encima de ti porque te conozco como un libro abierto, y porque la gracia de un libro que nos gusta, si es bueno, es que varía como la música; crees que lo conoces, lo has leído tantas veces que claro que lo conoces, claro que el placer de leerlo reside en cuánto lo conoces, pero entonces oyes, en segundo plano, algo que nunca habías oído antes, y al volver una página ves una combinación de palabras que nunca habías visto, creías que conocías el libro pero te deslumbra una vez más como el libro diferente que es, y no solo eso, sino por la persona distinta en que te has convertido, la persona distinta que eres ahora al leerlo de nuevo, y tú, mi amor, eres un libro excelente para mí, y luego tú y yo a un tiempo, lo que requiere cierto talento con el ritmo, pero afortunadamente tenemos mucho talento a la hora de leernos.

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