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Mostrando entradas de febrero, 2024

El llano en llamas, Juan Rulfo

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  ◆ Talpa ▪ Y de eso nos agarramos Natalia y yo para llevarlo. Yo tenía que acompañar a Tanilo porque era mi hermano. Natalia tendría que ir también, de todos modos, porque era su mujer. Tenía que ayudarlo llevándolo del brazo, sopesándolo a la ida y tal vez a la vuelta sobre sus hombros, mientras él arrastrara su esperanza. ... ◆ ¡Diles que no me maten! ▪ LO HABÍAN TRAÍDO de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado. ... ◆ Luvina ▪ —ME PARECE QUE usted me preguntó cuántos años estuve en Luvina, ¿verdad…? La verdad es que no lo sé. Perdí la noción del tiempo desde que las fiebres me la enrevesar

Destruir, dice, Marguerite Duras

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  Es bella. De un modo invisible. ... —Eres tan joven—dice Max Thor—, que cuando caminas... Ella no contesta.—¿ Qué haces durante todo el día? ¿Y de noche?—Nada.—¿ No lees?—No. Hago como si lo hiciera.—¿ Por dónde andas en ese libro?—Por preámbulos sin fin.

Aquélla mujer apoyada en el muro de la pena, Peter Bondy

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    Acababa de salir del hospital después de hacerse la radiología sobre su brazo izquierdo. Lo había dejado mucho tiempo hasta que ya apenas podía colocarse el abrigo sin ayuda. La consulta estaba junto al mar, hoy tranquilo, una balsa de futuro incierto.     Le acompañaban dos hijos, ahora charlando en el paseo, lejos de ella, aunque le llegaba el rumor de sus conversaciones. Estaba cansada, no triste hoy porque había salido de casa, pero aún así y todo tuvo que apoyarse en la pared de la cafetería del paseo, somnolienta por el sol que la cegaba aunque fuesen las ocho de la mañana. Si estuviera mi marido aquí, todo sería distinto, pensó mientras un corredor muy viejo pasaba junto a ella tirando de un caniche. Ojalá lloviese esta tarde a la hora de la siesta, dijo en voz baja mientras se imaginaba durmiendo al ritmo del agua golpeando en el alféizar.     Uno de los hijos la vio apoyada en la pared y de repente sintió mucha pena, una pena que iba más allá de la soledad que sentía en el

Fragmentos, George Steiner

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2. Amistad, homicida del amor El hombre o la mujer inmune a la amistad, que no tiene amigos, ya sea por accidente o por designio, es un exiliado, un caminante de la noche. ... Al mismo tiempo no hay dolor más persistente, ninguna cicatriz más irremediable que la de la amistad traicionada. Ya sea que se haya conspirado contra un amigo o que él o ella nos haya sido desleal. ... Las cartas de amor tienden a ser monótonas, incluso infantiles. Las que se intercambian en la amistad pueden ser auténtica fuente y taller de genialidad ... Freud creía que, pasados los cuarenta y cinco años, el sexo es un poco degradante. 3. Hay leones, hay ratones. (Donde la coma es debilitante y es un apéndice moderno) En las comunidades mediterráneas se teme y condena a las personas bizcas. Algunos chamanes consideran el estrabismo como signo de que se posee un don profético.